LA ESCRITORA
JUANA MANUELA GORRITI
(1819 – 1892)
“El temperamento más raro poseído por mujer alguna nacida en la República Argentina”
Nació en 1818, en Horcones, departamento salteño de Anta. Provenía de una familia poderosa, con grandes extensiones de tierra que por incorporarse tan decididamente a las guerras de la Independencia perdió en ellas toda su fortuna.
José Ignacio, su padre, fue firmante de la Declaración de la Independencia Argentina en el Congreso de Tucumán, y junto a su hermano “Pachi” Gorriti, tuvo una heroica actuación militar al lado de Güemes, a quien lo unió una gran devoción.
Al nacer Juana Manuela, la estancia de Horcones se había transformado en un campamento en el que estaban acantonadas las partidas de gauchos que comandaba su padre. Era una niña huraña y montaraz; el propio Guemes la bautizó “la flor de la maleza”. El campo y las largas cabalgatas ocuparon la mayor parte de su infancia. Amaba la atractiva y salvaje vida de los gauchos, las fiestas populares, los relatos sobre las hazañas patrióticas, las historias de amores traicionados y sus tan preciadas leyendas indígenas. Y cuando la ávida Juana aprendió a leer, la gran biblioteca paterna, una de las más importantes de la época, enriqueció su mundo ampliando sus horizontes imaginativos.
En 1831, los Gorriti padecieron el drama de la guerra civil que continuó a la de la emancipación. José Ignacio era unitario, y junto a su familia debió exiliarse en Bolivia, mientras que sus dos hermanos se embanderaron en la causa federal.
Tenía tan sólo 16 años cuando, en La Paz, se casó enamorada del bravo y carismático capitán boliviano, Manuel Isidoro Belzú. Personaje legendario, idolatrado por las mujeres, los indios y los pobres, quien después de mil aventuras llegaría a ser dos veces presidente de su país. Juana Manuela compartiría con él la defensa de las razas oprimidas y los ideales de democracia e igualdad.
El borrascoso matrimonio duro quince años durante los cuales Belzú por sus misiones militares estuvo ausente la mayor parte del tiempo. Fue durante esos años que Juana Manuela desarrolló sus tendencias románticas, consolidó sus ideas republicanas y libertarias, dio a luz a sus dos primeras hijas, recorrió a caballo Bolivia entera, y afirmó su insólita personalidad de mujer independiente que escandalizaba a la sociedad de su época.
Por aquel entonces, llevaba una intensa vida social en los círculos más selectos, participaba de las veladas de intelectuales argentinos que se realizaban en la casa de un tío materno, y comenzó a escribir su primera novela “La quena”, la historia de unos amores imposibles que de todas maneras se realizan transgrediendo todos los valores. La escritura era su válvula de escape, su tabla de salvación.
Hacia 1841, vestida de hombre para no ser reconocida, regresa a Salta. Los recuerdos se le agolpan y tanta pérdida la atormenta. Volver al hogar de su infancia pareció serle necesario para retomar su rumbo.
De hecho, a su retorno, cansada de la envidia de las señoras que la catalogan de coqueta y casquivana, y de la critica de los santurrones, acusada de mantener un romance con el entonces presidente boliviano, adversario de su marido, decide abandonar a este ultimo. El matrimonio ya se había quebrado hacia tiempo, ambos tenían demasiado temperamento y ambiciones como para lograr armonía en la vida hogareña.
Con sus dos hijas y su novela en la maleta se marcha a Lima, considerada la Paris de America del Sur y el paraíso de los escritores. En esa ciudad, organiza una estrategia para sobrevivir de la literatura, aprende las reglas de juego y las practica con destreza para poner en circulación sus ficciones.
Su primera novela, aunque calificada por algunos de inmoral, será publicada como folletín en un periódico, apasionando a su público con cada entrega. Elogiada por la prensa, alcanzó gran popularidad.
Juana Manuela expresaba plenamente en su escritura al movimiento romántico, en la exaltación de las pasiones amorosas y el sentir de lo nacional. Sus atrevidas composiciones despertarán la admiración de los jóvenes poetas, que le rendirán culto y la seguirán con fidelidad. Su casa convertida en salón literario, se colmará con la presencia de los intelectuales más osados y fervorosos de su tiempo.
Hacia 1850 se inició en otro género literario, la crónica. Sus artículos retratan el progreso que venía de Europa y modernizaba las ciudades americanas. Estos textos, como sus cuentos y novelas se publicarán y difundirán en Chile, Colombia, Venezuela, y luego de la caída de Rosas, en Argentina, Madrid y París.
Durante esa década, se unió sentimentalmente a un comerciante, varios años más joven que ella con quien tuvo dos hijos naturales. La sociedad limeña no la discriminó por ello y continuó enviando a sus hijas a la prestigiosa escuela de primeras letras que dirigía y que fue el sostén económico de la liberal y poco convencional Juana Manuela.
Hacia el año 1865, la caótica situación política en Perú obliga a Juana Manuela a regresar a Bolivia. Es entonces cuando el despojado presidente de ese país asesina a su ex marido. Ella, instada por la masa que seguía a Belzú, rescata su cadáver y lo sepulta. Luego se pone al frente de sus tropas, y cuando estas son vencidas, la escritora regresa a refugiarse en Lima.
Después de haber obtenido por parte del gobierno argentino una pensión como hija de un guerrero de la independencia, su vida transcurre entre Lima y Buenos Aires. En esta última ciudad alcanzará un gran triunfo literario.
La preocupación argentina por aquel entonces, era formar una tradición común para el país, por lo que sus novelas históricas ubicadas en el tiempo de Rosas, el pasado indígena, la guerra gaucha y las páginas con temas actuales, despiertan un gran interés que se concreta con la publicación de sus obras completas.
Es el momento en que Juana Manuela se siente señalada por una nueva misión: la de escribir la historia. Y en sus libros reúne testimonios e interpreta los hechos que marcaron a su generación. En tiempos en que Buenos Aires impone su hegemonía a las provincias, ella sienta la protesta de Salta a través de la reivindicación de la figura de Güemes, que también significa reivindicar a su padre, muerto en la pobreza y el destierro.
Afecta a los placeres, la escritora también cultivó el arte culinario adquiriendo una sabiduría que floreció en su deliciosa obra “La cocina ecléctica”, donde despliega su sensualidad en estado puro.
Los últimos años de su vida son los más productivos: escribe con urgencia, escribe contra la muerte. Sabe quién es y casi nunca lo olvida.
Ya había cumplido 70 años cuando logra retornar por segunda vez a su Salta natal. La esperaba en las puertas de la ciudad el hijo de su venerado Martín Miguel de Güemes. Dicen que todo Salta desfilo por la vieja casona de los Güemes para saludarla. ¿Quién soy yo?, le preguntaban y reconociendo los rasgos familiares de sus amigos de antaño en los rostros de sus hijos y nietos, respondía: “Esa falange de bellos ojos son, de seguro, los Saravia, “En cuanto a aquellos, de una legua los reconocería por Figueroa”.
Muere en 1892 en Buenos Aires, y el gobierno nacional se hace cargo del entierro que, a su vez se convierte en un multitudinario acto de civismo. El cortejo reúne a la primera plana del mundo político y cultural, así como a representantes diplomáticos de Bolivia y Perú.
Juana Manuela transitó un mundo hostil e insensible a sus aspiraciones, sin más armas que su femenina fortaleza. Considerada la primera novelista argentina, su obra literaria, demasiado romántica para ser estéticamente vanguardista, demasiado emancipada para resultar tradicional, es de una fecundidad asombrosa. Su condición de autodidacta denota alguna falta de prolijidad, pero es por eso precisamente que su prosa es de una encantadora franqueza.
Fue autora, y protagonista a la vez, de frecuentes y desventurados destinos. Su propia vida, ajetreada y novelesca, abarco intensamente casi todo el siglo XIX, las luchas por la emancipación, las tragedias de la guerra civil y la fundación de la modernidad americana. Y por si fuera poco, se dio maña para dejar un lúcido testimonio de su paso por la época y alcanzar el reconocimiento y la consagración entre sus contemporáneos.
No fue sólo una mujer de letras, sino que escribió la historia con letras de mujer. Su temperamento independiente y carácter indómito, raro en una mujer de su tiempo, desafió los más estrechos prejuicios. Plena de encanto poético, talentosa, peregrina, romántica y apasionada, desobediente, patriota, Juana Manuela se otorgó un lugar en las letras argentinas.
JUANA MANUELA GORRITI
(1819 – 1892)
“Hers was the most singular temperament any woman born in Argentina has ever had.”
She was born in Horcones, in the district of Anta in Salta, in 1818. She belonged to a powerful family which owned large extensions of land, but which lost its entire fortune because of its firm adherence to the wars of Independence.
Her father, José Ignacio, was one of the signatories of the Declaration of Indepence in the Congress held in Tucumán in 1816 and, together with her brother “Pachi” Gorriti, showed heroic conduct fighting alongside Güemes, whom he supported with devotion.
When Juana Manuela was born, the family’s country estate in Horcones had become an army camp where her father’s bands of gauchos were stationed. Juana Manuela was a wild unsociable child. Güemes himself used to call her “the flower in the brush”. She spent most of her childhood in open country on long horse rides. She loved the attractive unrestrained lifestyle of the gauchos, the popular festivities, the tales about patriotic deeds, the stories of love and betrayal and the native legends which she prized highly. When the avid girl learned how to read, her world was enriched and her imaginative horizons were expanded by gaining access to her father’s grand library, which held one of the most important book collections of the time.
In 1831, the Gorriti family was struck by the tragedy of the civil war that followed the declaration of independence. José Ignacio was a member of the Unitary (or centralist) party and, together with his family, had to exile in Bolivia, whereas two of his sons championed the federal cause.
Juana Manuela was only 16 years old and very much in love, when she married the very brave and charismatic Bolivian captain Manuel Isidoro Belzú in La Paz. He eventually became a legendary character, worshipped by women, Indians and the poor, and who after numerous adventures was to be twice elected president of his country. Juana Manuela would share with him the defence of the oppressed peoples and the ideals of democracy and equality.
Their stormy marriage lasted fifteen years, during most of which Belzú was nearly always absent due to his military missions. In those years, Juana Manuela let her romantic tendencies surface, consolidated her republican and libertarian ideas, gave birth to her first two daughters, travelled throughout Bolivia on horseback and asserted her unusual personality as an independent woman which scandalised the society of her age.
At that time, Juana Manuela led an intense social life in the most exclusive cliques; she took part in soirées attended by Argentine intellectuals in the house of an uncle on her mother’s side and she started to write her first novel, “La quena” (“The notched-end flute”), a story of impossible love which finally triumphs transgressing all rules. Writing turned out to be Juana’s safety valve, her life-saver.
In 1841, travelling in men’s clothes to avoid recognition, she went back to Salta. Almost at once memories came in a flood and she was tormented by a sense of intense loss. However, she believed she had to return to her childhood home to get back on course.
In fact, after her return, she made the decision of leaving her husband. She had got tired of the envy of other ladies who regarded her as a scatterbrained coquette, and of being the object of criticism of a sanctimonious class which accused her of having an affair with the then president of Bolivia and her husband’s political adversary. Actually, the marriage had broken up long ago: both husband and wife had too much temper and ambition to achieve domestic harmony.
Finally, with two daughters and her novel inside a bag, she settled in Lima, which at the time was considered the Paris of South America and a writers’ paradise.
In Lima, Juana Manuela devised a strategy to live off her writing: she learned the ropes and skilfully used such knowledge to make her fictions circulate.
Her first novel, which some described as immoral, was to be published as a newspaper serial that captivated readers with every issue. Praised by members of the press, the piece achieved great popularity.
Juana Manuela’s style fully expressed the ideals of Romanticism, such as the extreme exaltation of amorous passion and the feeling of nationalism. Her daring works aroused the admiration of younger poets, who worshipped her and became devoted followers. Her house turned into a literary salon, packed with the most audacious and fervent intellectuals of the time.
Towards 1850, she made her first attempt at a different genre, the chronicle. Her articles described the progress that came from Europe and modernised the cities in South America. These texts, as well as her stories and novels, were published in Chile, Colombia, Venezuela and, after the downfall of Juan Manuel de Rosas, also in Argentina, Madrid and Paris.
In this decade, Juana Manuela started a relationship with a merchant, several years younger than her, and with whom she had two illegitimate children. The Lima upper class did not shun her and her daughters continued attending the prestigious elementary school which she herself directed and which provided the only constant source of economic support to this very liberal and unconventional woman.
Towards 1865, the chaotic political situation in Perú forced Juana Manuela to return to Bolivia. That is precisely when Mariano Melgarejo, president of the country but by then divested of his title, assassinated Manuel Belzú, her former husband. Encouraged by his massed supporters, Juana Manuela rescued his corpse and buried it. Afterwards, she took command of Belzú’s troops and led them into battle. However, after their defeat, she took refuge in Lima.
Eventually, the Argentine authorities granted her a pension as daughter of one of the heroes of the wars of independence and after this, Juana Manuela alternately resided in Lima and Buenos Aires. In the latter, she achieved great literary success.
One of the country’s main concerns during those years was the development of a common tradition for all its inhabitants. In this context, her historical novels set in the age of Rosas, the Indian past and the war of the gauchos and her texts dealing with current affairs were of great interest and led to the publication of her complete works.
This is also the time when Juana Manuela found a new mission: to write history. In her books she would gather testimony and interpret the facts that had left a mark on her generation. At a moment when Buenos Aires wanted to assert its hegemony over the provinces, she registered Salta’s protest by vindicating the figure of Güemes in her writing, which was also a way of vindicating her own father who had died in poverty and exile.
The writer enjoyed all sensory pleasures and cultivated the culinary art. Juana acquired knowledge and skills which she let flourish in a delicious book called “La cocina ecléctica” (“Eclectic cooking”). In these pages she revealed herself as a pure sensualist.
The last years of her life were the most productive: she wrote with urgency, as if against death. By then, Juana already knew who she was and almost never forgot it.
She had already turned 70 when she returned to Salta for the second time. On this occasion, the son of her revered Martín Miguel de Güemes was waiting for her at the city gates. People say that everyone in Salta went to the old Güemes’ family house to greet her. Visitors would ask her, “Who am I?” Juana Manuela was still able to recognise the familiar features of her friends of long ago in the faces of their children and grandchildren and so she answered, “By the look of those beautiful eyes, you must be Saravias” or “Those are Figueroas – I can tell it a mile off.”
She died in Buenos Aires in 1892 and the national authorities organized her funeral, which became a crowded civic ceremony. The cortege was made of some of the most prominent political and cultural personalities of the country, as well as diplomatic representatives from Bolivia and Perú.
Armed only with her feminine strength, Juana Manuela faced a hostile world which was insensitive to her aspirations. Nowadays, she is regarded as the first Argentine novelist. Her literary work, which is too Romantic in style to be aesthetically avant-garde and too emancipated to be traditional, speaks of an incredible prolificacy. Her quality of self-taught author denotes certain carelessness, but at the same time it allows her prose to exude a charming frankness.
Juana Manuela became the author of, and was herself caught up in, frequent and unfortunate destinies. Her own hectic and novelistic life intensely spanned almost the entire 19th century, the struggle for independence, the tragedies of civil war and the foundation of American modernity. And as if this had not been enough, she managed to give lucid testimony of her own journey through a certain epoch and gain recognition, fame and prestige among her contemporaries.
Not only was Juana a woman of letters, but she also wrote history using a woman’s words. Her independent temperament and indomitable spirit, extremely unusual for a woman of her time, allowed her to defy narrow-minded prejudice. A wanderer brimming with poetic charm, a talented writer, a romantic and passionate woman and an unruly patriot, Juana Manuela has gained her rightful place in Argentine literature.